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Ruta 98.- Por la Garcipollera., Castiello de Jaca, Bescós de Garcipollera, Acín de Garcipollera, Villanovilla, Santa María de Iguacel.

 

 

El 16 de Junio de 2006  la ruta discurre por la Garcipollera, (Val Cebollera o Valle Cepollaria) que en la década de 1960 se despobló de manera forzosa. La explotación tradicional del valle amenazaba con la colmatación de la cuenca del río Aragón y del pantano de Yesa, al aportar abundantes aluviones a través del Ijuez. Así las tierras agrícolas se reforestaron profusamente impidiendo con la cobertura vegetal el arrastre de tierras al río. El resultado actual es una serie de pueblos en completo abandono; Bergosa, Yosa de Garcipollera, Cenarbe, Acín y Larrosa.

Salgo de  Castiello de Jaca,  enclavado en la ribera del río Aragón junto a la desembocadura del río Ijuez es el eje del Valle que se abre hacia el este, hasta las divisorias con el valle de Acumuer, ya en el entorno del río Gállego, al llegar a Castiello me desvío a la derecha y cruzo el Río Aragón, (En Castiello entraré a mi regreso) me encuentro con una maravillosa carretera recién asfaltada, esta discurre paralela al Río Ijuez, desde la misma carretera contemplo un acueducto moderno, que atraviesa el río de lado a lado  al que le falta la parte superior de una de las arcadas. El Río Ijuez  discurre a mi derecha. Más adelante me encuentro con lo que fué Bescós de Garcipollera o más bién con sus restos. Las únicas casas que hay en pies son modernas y construidas por el antiguo ICONA para sus trabajadores, y el guarda forestal, que incluso tienen un pequeño parque muy bien cuidado con una pequeña fuente presidida por un pato el conjunto es una monada. Actualmente en Bescós de Garcipollera se ha creado una granja experimental dedicada al estudio de la ganadería de montaña, con rebaños de vacas pardas y pirenaicas y de ovejas de raza churra tensina, otro tipo de joyas de la montaña que también viven amenazadas por los nuevos tiempos. Me llama la atención unos borricos preciosos que no me hacen ni caso, como si fueran estrellas de cine. De las ruinas de Bescós, apenas puedo hacer fotografías, las vallas me impiden fotografiarlo  adecuadamente. Las ruinas del lugar de Bescós de Garcipollera están a 932 metros de altitud en el corazón del recóndito y tranquilo valle de de la Garcipollera en la margen derecha del Rió Ijuez, cuyas aguas movían antaño las ruedas de un molino harinero. Formó municipio propio que incluyó Bergosa y Yosa hasta 1961 en que se incorporó al de Jaca. El fogaje que Fernando el Católico ordenó en 1495 daba a Bescós 13 fuegos. En 1857 tenía 227 habitantes y 334 en 1900, contaba con 4 en 2004.fue abandonado progresivamente desde los años cincuenta del siglo XX.

Descose, Bescós o Bescós, como aparece en los documentos medievales, fue la capital del Vallis Cepollaria que durante la edad media estuvo bajo dominio del noble linaje de los Abarca, llegando a establecerse con el tiempo una Baronía de Garcipollera. En el siglo XI el Monasterio de San Juan de la Peña tuvo propiedades en Bescós pero no sin iglesia  que sí poseía en el siglo XIII. En 1188 el lugar formaba parte de las posesiones del castillo de Atarés que el rey Alfonso II donó al monasterio de Santa Cruz de la Serós a cambio de las villas de Aísa y Villanúa. En torno a 1450 formó parte de la línea defensiva establecida para proteger las fronteras del reino de Aragón frente a Francia. En 1495 pertenecía a la catedral de Jaca y siguió siendo lugar de señorío eclesiástico hasta el siglo XIX. Su arruinada iglesia de San Bartolomé era románica del siglo XII.

Parto a  Villanovilla, feliz excepción  de los pueblos del valle .Nunca fue abandonado por completo y actualmente sus antiguos vecinos siguen retornando y rehabilitando sus casas. Situada en la margen izquierda del Río Ijuez, se ubica esta localidad sobre  un pequeño altonazo de 976 metros de altitud, rodeado de robles y pinos. Formó municipio con Acín y Larrosa pese a tener menos población que ellos. En 1873 figura igual que Acín como cabecera del ayuntamiento. Se incorporó a Jaca en 1961. El fogaje ordenado por Fernando El Católico en 1495 le otorgaba 4 fuegos. En 1857 su población era de 84 habitantes, (durante el siglo XIX había 40 casas) de 57 en 1900 y de 48 cincuenta años después.

La adquisición para la repoblación forestal de Bescós, Acín, Larrosa, Yosa, Bergosa, y Villanovilla por parte del Patrimonio Forestal del Estado, implicaba la desaparición de todos ellos. Sin embargo, la decisión de los vecinos de Villanovilla de reservarse en propiedad el casco urbano contribuyó decisivamente a preservarla de la despoblación y abandono que han sufrido las demás localidades del valle. En 2003 contaba con 11 habitantes.

Villanovilla es una “villa novella”, es decir, una villa joven, reciente, nueva, cuya creación puede relacionarse con la reconstrucción de pueblos y aldeas tras las razzias musulmanas del año 999. Su existencia está documentada desde el año 1028, cuando al señalar los límites del monasterio de San Clemente de la Garcipollera con motivo de su donación por Sancho el Mayor, se menciona su término, separado del de Ipas por la Sierra del Albarún (“Lalberum”). Dominio del Rey de Aragón, formaba parte de las posesiones del castillo de Atarés cuando Alfonso II lo donó en 1188 al monasterio de Santa Cruz de la Serós a cambio de las villas de Aísa y Villanúa, en el siglo XIV era señor de la villa el Conde de Foix, pero en 1397 Martín I la incorporó al concejo de Jaca, ciudad realenga (para costear la reparación de sus murallas y puertas), lo que fue confirmado en 1446 y 1533. Su iglesia esta parcialmente derruida y debido a las reformas de las casas adyacentes me ha sido imposible acceder a ella. Está dedicada a Santa Eulalia, construida en piedra, es de planta rectangular, con una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos. El ábside con bóveda de horno, procede de la primitiva iglesia románica, de la que conserva además la portada meridional, con un pequeño crismón en relieve. En su interior alberga todavía interesantes piezas como una pila bautismal policromada y un retablo del siglo XVI. La cruz procesional se conserva en la catedral de Jaca. Su conjunto urbano es una mezcla de casas derruidas, (que se están restaurando actualmente) antiguos edificios rehabilitados y otros de nueva construcción que se apiñan en una superficie casi circular. Han sobrevivido muchos elementos característicos de la arquitectura tradicional de la zona como portadas, solaneras, balcones, chimeneas troncónicas, etec. Que evocan recuerdos de otros tiempos. Destaca Casa Simón, con su mirador corrido en la fachada, la borda de Casa Perico y el pasadizo adintelado que la atraviesa para llegar hasta la iglesia, el pozo, el único del pueblo, encajado entre dos bordas, o los dos hornos exentos que aún permanecen en pie. Pervive también el viejo molino.

Desde aquí regreso al cauce del Río Ijuez y cojo un camino forestal cuya entrada comienza con un paso canadiense, la pista está en muy buen estado, al poco rato me encuentro con las ruinas de lo que un día fué Acín de Garcipollera.

Acín de Garcipollera, se sabe que está ahí porque todavía la torre de su iglesia sobresale sobre la maleza el olvido y el abandono. Como puedo llego hasta  el ábside románico de la iglesia y tengo que rodear el edificio hasta dar con la puerta de entrada, entro con mucha precaución pues las ruinas aparentan ser muy inestables. Se puede apreciar que tenía una nave central, hasta el presbiterio esta cubierta con bóveda de cañon y el ábside con bóveda de horno, el resto de la nave esta sin tejado, aún se aprecia la pequeña sacristía, la maleza y la hierba son las dueñas del lugar.

La torre adosada a un lateral de la nave y bastante airosa, es de planta cuadrada y en la parte superior se abren dos pares de ventanas de arco de medio punto a dos de sus lados.

Todavía hay suficientes escaleras para subir y decido introducirme en la torre, pero estoy poco dentro de ella su estructura esta tan mal que salgo rápidamente, de allí.

 

Prosigo viaje y encuentro que en el Río Iguacel se construyeron unas presas, supongo que para contener las avenidas, al poco rato cruzando una gran rambla del Ijuez veo la joya románica de Santa María de Iguacel, edificio que da fe de la pujanza del valle en los días en que Aragón era todavía un reino naciente. Su construcción se inicia, por orden de Galindo, poderoso Señor Aragonés, entre los años 1040 y 1050, aunque habrá que esperar hasta el año 1068 para contar con la primera referencia documental sobre el templo. El Conde Sancho Galíndez, (hijo y heredero del Conde Galindo) noble influyente en los reinados de Ramiro I y Sancho Ramírez, amplió y mejoró la iglesia en el año 1072 de nuestro actual calendario, año 1110 en la inscripción cuando se finaliza, al gusto de la reciente Catedral de Jaca, es entonces cuando recibe numerosas donaciones de sus devotos, entre ellas las del propio Rey de Aragón, Sancho Ramírez, quien concede al monasterio la villa de Larrosa. En el año 1080 la iglesia fue donada al monasterio de San Juan de la Peña. Cuyos monjes establecieron una pequeña comunidad para la atención de los vecinos del “Vallis Cepollaria”. Tras su marcha del lugar, Pedro II de Aragón lo entregó en 1203 a una comunidad de monjas de San Bernardo, las cuales también lo abandonaron en 1213. En 1245 volvería a ser propiedad de San Juan de la Peña, época en la que se construye la torre adosada al muro norte para alojar allí a la comunidad de religiosos. Posteriormente, los benedictinos abandonarían definitivamente el monasterio. Sin monjes que lo cuidaran, Iguacel pasó a depender de la Iglesia De Larrosa y fueron los propios vecinos del valle de la Garcipollera los que se hicieron cargo del santuario y mantuvieron la adoración a la virgen

Entre los siglos XIII y XIV se construyó la torre, adosada al lado norte del templo, realizándose en siglos posteriores otras intervenciones, como la puerta, probablemente gótica, del atrio sur.

Su edificación se plantea como un sobrio edificio de sillarejo, de nave única rectangular cubierta con techumbre de madera, a dos vertientes, la cabecera de menor talla que la nave,  y un ábside bajo  semicircular con bóveda de horno precedido por un pequeño presbiterio con bóveda de cañon. La nave tiene tres puertas; al norte la que da acceso a la torre cuadrangular, frente a ella la de acceso lateral por el muro sur, abierto durante la restauración, y al oeste la entrada principal a la iglesia. Los dos ventanales del muro sur son de arco de medio punto apoyado en una pareja de columnas con capitel. Una imposta decorada une ambos a la altura de los capiteles y se prolonga hacia arriba, casi hasta la cornisa, creando un marco que corona el conjunto.

La portada sobresale del muro en un cuerpo avanzado, que se prolonga hacia arriba en dos contrafuertes que escoltan el ventanal superior, de arco de medio punto apoyado sobre columnas con capiteles.

La portada en sí la forman cinco arquivoltas: la más interior dovelada simple, le sigue otra decorada con palmetas, un baquetón triple, otra dovelada y un cordón ajedrezado.

Descansan todo sobre una imposta de palmetas que culmina las jambas y los capiteles. Sobre el conjunto, un tejaroz de cornisa ajedrezada sujeto por canecillos decorados bajo los cuales queda la inscripción latina.

El ábside tiene cuatro contrafuertes, dos en los extremos que dividen el muro en tres paños, abriéndose en cada uno un ventanal con arco de medio punto apoyado en columnas con capiteles decorados. A la altura de éstos, una imposta decorada se prolonga hasta cada contrafuerte. La cornisa es ajedrezada y se asienta sobre canecillos.

Los capiteles son 22 los que tiene entre el interior y el exterior del edificio que se pueden clasificar en narrativos, figurativos y vegetales. Los narrativos tienen una clara intencionalidad de contar pasajes y enseñanzas religiosas.

Sancho Galíndez financió una segunda intervención en el edificio en el año 1072, de carácter eminentemente decorativo, conocida por la inscripción que aparece sobre la portada occidental. La decoración de la iglesia muestra evidentes relaciones con la obra de la catedral de Jaca, por lo que se ha supuesto que el responsable de la misma fuera alguna de los maestros empleados en el templo Jaqués. La portada se resuelve mediante un arco de medio punto enmarcado por cinco arquivoltas, dos de las cuales apoyan en capiteles esculpidos. Sobre la misma hay un tejeraz sostenido por canecillos del que arrancan dos pilastras que flanquean una ventana en arco de medio punto, dotando de cierta monumentalidad al hastial occidental del templo. Lo más interesante de esta portada es el texto escrito en prosa (que destaca la importancia social del comitente casi de manera propagandística, data perfectamente la decoración del templo, incluye los nombres de los artistas que intervienen en el mismo y aclara la simbología del ingreso) Su traducción es la siguiente “Esta es la puerta del Señor por donde entran los fieles en la casa del Señor, que es iglesia fundada en honor de Santa Maria. En ella se han hecho obras por mandato de Sancho conde junto con su esposa de nombre Urraca. Ha sido terminada en la era de 1110 (año 1072), reinando el Rey Sancho Ramírez en Aragón, el cual ofreció por su alma en honor de Santa Maria la villa de llamada Larrosa para que le de el Señor la vida eterna amén. El lapidario de estas letras se llama Aznar. El maestro de estas pinturas se llama Galindo Garcés”

 

El Conde Sancho Galíndez fue consejero de los reyes de Aragón Ramiro I y de su hijo Sancho Ramírez, de quien también fue ayo. Tuvo que tener el Conde la plena confianza de Ramiro al asignarle este cargo, pues implicaba la enseñanza y tutoría política y militar de su sucesor al trono. Su amplio patrimonio solo superado por la de la familia real, llegó a concentrar las tenencias recibidas de Sos, Atarés, Ruesta, Luesia, Sobrarbe, Buil y Sangüesa y como patrimonio personal las villas de Centenero, Salamaña, Larrosa, Siebosa, Bescós, Larbués, Villanovilla y Lasús, ocho iglesias además de Iguacel y distintas propiedades como palacios, molinos, casas, huertos y viñas en unas 40 localidades de Aragón, Sobrarbe y Navarra.

Después de comer y beber de su maravillosa fuente, regreso a Castiello de Jaca, este fue uno de los puntos principales del Camino de Santiago aragonés. Ubicado en la parte interior del Alto Valle del Aragón (921 metros de altitud) la iglesia románica de San Miguel y su entorno constituyen el eje de su trascendencia histórica. Todavía conserva los restos del cementerio medieval de lajas en el ala norte, la vieja abadía, la pradera al sur, el antepecho de la portada y el remate del campanario. Junto a la iglesia también perduran los restos de la fortaleza medieval. Primero fue torre de señales en la época tardo romana, para defender la vía del Somport que heredaron los visigodos. Luego línea fronteriza con el mundo musulmán y llave para la defensa del valle con su castillo. En los libros de viajes de los siglos XIII y XIX por la romántica España, al pasar, al pasar la frontera y antes de llegar a jaca, una de las paradas obligatorias en la posada, o venta de carruajes de Castiello de Jaca. Fue punto de encuentro de viajeros y comerciantes peregrinos y vecinos de los valles. En el camino de santiago a Castiello de Jaca se le conoce como el de las cien reliquias. Conserva buena parte de ellas desde los primeros tiempos de la cristiandad. Se guardan en una arqueta de plata, junto al sagrario del altar mayor de de la iglesia de San Miguel. Cuenta la leyenda que un peregrino valenciano se sintió sin fuerzas físicas ni espirituales para seguir adelante y en agradecimiento a Castiello por la ayuda recibida entregó cuanto llevaba al ayuntamiento y a las familias que lo habían socorrido. Por ello el alcalde gurda la llave de la arqueta de las reliquias que son mostradas tan solo una vez al año, el primer domingo de Julio.

La Iglesia de San Miguel Arcángel se levanta en la zona más elevada de la población sobre un cortado que domina el valle por el que discurre el río Badiello. El templo original románico del siglo XII presentaba  una sola nave cerrada al este mediante un ábside de planta semicircular cubierto con bóveda de horno y precedido por un presbiterio de escaso desarrollo longitudinal, con bóveda de  cañón, tal vez en el siglo XVI ante el ligero desplome que aún muestran los muros del interior debió decidirse la sustitución de la primitiva cubierta por la bóveda de crucería que hoy presenta la nave, articulada en tres tramos en los que se reproduce un sencillo diseño de terceletes que recuerda al aplicado en al abovedamiento de la nave central de la Catedral de Jaca, realizado ya a comienzos del siglo XVII. En el siglo XVIII se construyó un nuevo tramo a los pies, cubierto con bóveda de arista y con un coro alto. La sencilla portada de piedra que da acceso al templo se construyó en este mismo momento, mientras el pórtico que la protege ha sido datado en ocasiones en el siglo XIX. Entre los siglos XVII y XVIII debieron abrirse las capillas laterales, comunicadas entre sí y con bóvedas de cañón. Su casco urbano lo pude disfrutar a medias pues como en todas partes de esta zona,  las malditas grúas están presentes por todas partes Castiello no se escapa de los chalés de los futuros horteras, Castiello también cae ante la especulación. Del verdadero Castiello solo va ha quedar el recuerdo.

 

Las fotografías aparecen por orden de ruta.

 

Serafín Martín.

Fuentes propias.

MIS RUTAS

 

©  Cheluy -Sera 2006